jueves, 2 de diciembre de 2010

Más familia

Recuerdo la primera vez que conocí a Clara... Estábamos en una clase de Women´s Studies en mi primer semestre en la NMSU y en una clase llena de blancas güeras había una mexicana que siempre participaba en las discusiones y tenía unas opiniones muy interesantes (radicales para la gente de acá, normalísimas para mí). Me acuerdo que desde el primer momento Clara me cayó bien y además, colonización y diccionario de la real academia aparte, teníamos mucho más en común que con las otras güeras a las que sólo me unía (somehow) el color de la piel.

Poco a poco Clara se convirtió en una compañera  y amiga que me ofrecía cariño y apoyo moral en aquellos momentos duros en los que lo necesité. Recuerdo que muchos fines de semana íbamos a Juárez juntas y me quedaba en su casa. Tengo muchos recuerdos bellos de aquellos fines de semana en que salíamos a comer o a cenar y al mercado o a pasear por las calles llenas de bullicio y algarabía o incluso a alguna peña. Es curioso que para muchos gringos, cruzar la frontera significara entrar al "tercer mundo" mientras que, para mí, cruzar del otro lado siempre significaba llegar a la civilización: el tráfico, el bullicio, la gente dándose empujones...

 con mi ahijada

Ya hace unos cuantos años, un buen día vino Iris, la hija menor de Clara, y me preguntó si querría ser su madrina de confirmación. Al principio, me llevé el susto de mi vida pues yo creía que estaba más que claro que muy religiosa yo no era... Hablé con Clara y le expliqué mis dudas al respecto y ella me dijo que Iris era bastante consciente del hecho de que yo era una persona espiritual pero no necesariamente practicante.Claro está que el bueno de Armando, mi compadre desde entonces, hizo que todos mis temores desaparecieran al decirme: "comadre, que sepa que a partir de ahora usted va a ser el modelo moral y espiritual que Irisi va a seguir".


 Con Surasí y el compadre

Pues ese momento pasó y la verdad es que disfruté mucho compartiendo con Iris ese momento. A los pocos meses, mientras me preparaba para terminar la maestría, decidimos hacer un viajecito con Clara a Casa Grandes, el lugar donde ella nació. Un buen Thansgiving, me fui con ella a Juárez y de allí salimos al día siguiente rumbo al sur. Aún recuerdo que como traíamos camioneta del país, decidimos aventurarnos sin que la "extranjera" pidiera permiso, así que conforme nos íbamos acercando al Mexican checkpoint, mi amiga me dijo: "ponte los lentes y no abras la boca. Así pasarás por mexicana". Yo, que siempre he sido muy obediente, me puse mis gafas de sol oscuras y miré en la dirección opuesta al caballero que nos acababa de pedir que bajáramos la ventanilla. Pasamos unos días maravillosos en compañía de la madre y el padre de Clara. Recuerdo que el padre siempre tenía historias que contar y, muchas de ellas, tenían que ver con los pinches gringos. Con la mamá, fuimos hasta las ruinas y el museo de Paquimé y nos paseamos por las colonias mormonas de la región y hasta les compramos queso a los menonitas, que estaba que te cagas de bueno, por cierto...

Unos meses después de haber terminado la maestría, llegó el momento de salir de mi casa en el campus y Clara me ofreció que me quedara en la suya hasta que me fuera a Arkansas, mi nuevo destino durante al menos un año. Allí estuve inundando la casa de Clara durante 3 meses enteros. Recuerdo que había dos grandes pilas de cajas amontonadas a ambos lados de la sala y es que había decidido que me iba a llevar todas mis pertenencias de dos años a Arkansas para no tener que comprar nada.

Y pues los años también pasaron para nosotros (aunque no se nos noten, por supuesto), pero seguimos compartiendo todos esos buenos momentos y las risas más ese cariño profundo que se va acumulando a través de los años. Clara sigue siendo una gran amiga además de un rol para mí pues, gracias a ella, yo empecé el doctorado en inglés, y también me volví aún más crítica y empecé a autoevaluar muchos de mis privilegios que antes ignoraba. Así que, vaya donde vaya, ellos siempre tendrán un hogar al que llegar (aunque no sea en mi coche... sí, ellos heredan mi toyota) y siempre los llevaré en el corazón.

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